Historia del parto de mi hijo Nicolás
Me apetecía contar el nacimiento de mi hijo Nicolás. Así fue cómo lo viví y lo he escrito casi tres años después, pero los recuerdos de estos momentos son muy vívidos.
Amanecí un día 18 de julio con mucha serenidad. Nada hacía pensar que ese sería el día de mi parto. Ya tenía una enorme barriga y estaba en la semana 41+6. Al día siguiente cumplía mis 42 semanas de gestación y ya había empezado a pensar en una posible inducción.
No recuerdo bien qué hice ese día pero estoy 100% segura de que me desperté tarde, comí tranquila y eché una larga siesta. A la “fresquita” de un 18 de julio, vino mi marido a “obligarme” a salir a pasear. Me sentía súper pesada estos días pero no sin queja, me moví camino a La Dehesa de la Villa, nuestro parque de cabecera.
Antes de llegar al parque hay que subir una calle con una cuesta tremenda, era divertido ver cómo mi chico me empujaba por los riñones para ayudarme a hacer más fácil la subida.
Entramos en el parque, empezamos a caminar y al cuarto banco que pasamos le dije que no podía más, que me tenía que sentar. Estaba agotada. Y en ese momento… Sentí que un montón de líquido salía de mi. ¡¡¡Increíble!! ¡¡¡Qué alegría!! Había roto aguas y tenían el inconfundible olor de la vida pura. El agua salía con bastante velocidad y mi chico se tuvo que quitar la camiseta a modo de híper compresa para mí. Eran las nueve y media de la noche.
En este banco rompí aguas. En la foto mi bebé tenía 9 días.
22:00– Ya en casa, las contracciones empezaron a arrancar. Eran dolorosas pero las primeras las llevé con mucha ilusión. Las encajaba de pie, balanceando la pelvis apoyada en los hombros de mi marido, reclinada hacia adelante y apoyada en una cómoda o sentada en la pelota de pilates mientras mi marido se sentaba detrás de mí para poderme recostar sobre él tras la contracción.
23:30– Empezamos a contabilizar las contracciones cada 8 minutos. La frecuencia era bastante regular y aunque dolorosas, las iba llevando bien. Era muy curioso que entre contracciones estaba muy bien. Decidimos llamar a la ginecóloga y nos pidió que cuando fueran cada cinco minutos nos fuéramos para el Hospital.
00:00– La cosa se empezaba a poner “interesante” y decidí darme una ducha y aprovechar para depilarme un poco, jejeje.
00:30– Mientras mi marido iba por toda la casa cerrándola y preparando todo para dejar a nuestra gatita sola, yo iba pasando las contracciones. Cuando me venía una, mi chico corría para ayudarme a recibirla. Con él las pasaba mucho mejor. Fue un buen acompañante.
01:00– Decidimos ir ya al hospital, pues las contracciones eran cada cinco minutos. Llamamos al taxi y en 13 minutos estábamos entrando en el ala de ginecología. Habíamos contratado una sala especial para parto natural, decorada como una casa, con una amplia bañera y todo lo necesario para tener el ambiente íntimo que favorece el parto, pero dentro de un hospital con todos los recursos a nuestro alcance.
01:30– Tras acomodarnos, ni se me hizo un tacto, ni se me puso vía y me dejaron tranquila dilatando con mi chico. Empezamos a coger un buen ritmo de contracciones, me sentía poderosa.
Encajando una contracción, ya en el hospital.
2:30- Me propusieron meterme en la bañera con agua calentita para aliviar el dolor. Así lo hice y el alivio y relax fue inmediato, ¡qué gustazo! Aunque al ratito me empezaron a venir unas contracciones súper dolorosas que, bajo el agua, no conseguía encontrar la postura para encajar. Me di cuenta que el agua aceleraba la dilatación muchísimo. De repente me entró miedo del momento del expulsivo. Al llevar un bebe tan enorme, ¿podría con aquello? Decidí ponerme la epidural a dosis bajas, me habían dicho que en este hospital se podía poner así.
3:00- El ambiente íntimo en la habitación había cambiado. Las anestesistas hicieron caso omiso de lo de la dosis baja y, aunque al principio podía sentir las piernas y moverlas bien, era que estaba comenzando el efecto y a la hora ya estaba muy anestesiada. La matrona pidió bajar la dosis… A esta hora, a las 3:00, justo tras ponerme la epidural, la matrona comprobó mediante mi primer tacto que todo mi trabajo desde las 22:00 había surtido efecto pues estaba de 8 centímetros. Me senté en una posición parecida a la siddhasana, relajada y sin dolores. En la penumbra, oía el latido de mi bebé y la música.
4:00- Las cuatro de la mañana y ya estoy en completa. Aunque las contracciones bajan un poco el ritmo por el efecto de la epidural. Me ponen una dosis baja de oxitocina.
5:30- Llega mi ginecóloga: comprueba que sigo en completa pero mi bebé está muy alto. Yo estoy sentada, muy erguida para ayudar a que descienda. Intentamos varias posturas más, como de lado. Yo estoy relajada pero me empiezo a inquietar de estar en completa y no parir. En mi cabeza la epidural en los últimos centímetros de dilatación y expulsión me parecían buena idea…pero ahora dudaba de si había sido una decisión que ralentizarse el parto.
6:30- La ginecóloga me hace otro tacto y comprueba que la cabeza sigue encajada muy arriba y que no se mueve. Me propone hacer una prueba para ver si se movía un poco la cabeza al mover mi tripa, si así era el caso, me daría más tiempo. La matrona empujó suavemente hacia abajo en mi tripa y la ginecóloga me hizo mientras un tacto y nada de nada, aquello no se movía. Con mucha pena me dijo que debía ser cesárea, el bebé era demasiado grande y no pasaba por el canal del parto. Me puse a llorar pues no era para nada mi parto soñado, pero la ginecóloga me dijo que sería respetada, que estaría mi chico dentro del quirófano y que no habría separación entre mamá y bebé. Nos dejó un par de horas para descansar y hacernos a la idea, ya que el bebé estaba perfecto y la cesárea no era muy urgente.
9:30- Ya más serenos y con la ilusión de conocer al bebé por fin, nos empezaron a preparar el quirófano para la cesárea. El futuro papá vestido de quirófano y a mí me reforzaron la anestesia y me pincharon unas cuantas cosas más en el brazo. Pedí meter en el quirófano mi IPad con la lista de canciones que había elegido para mí parto y pedí silencio mientras operaban para que la llegada al mundo de Nicolás fuera lo más suave posible.
10:30- Comienza la cesárea y todo bien. Mi chico abrazando mi cabeza y mirándonos a los ojos. Me van diciendo lo que voy a ir sintiendo paso a paso, se oye la música elegida por mi, un momentazo.
11:00- Tras unos fuertes tirones y empujones, asomó tras la barrera de tela un enorme bebé arrugado y con cara de haber estado muy apretado muchas horas. El papá se quedó boquiabierto y el silencio total que pedí no se hizo (otro día me pidieron disculpas pero es que el bebé era tan grande que a todos les sorprendió. Aquello fue una ovación, jejeje).
Tras secarlo un poco me lo pusieron en mi pecho y estaba llorando, fueron mis primeras palabras como mamá “tranquilo cariño, estás con tu mamá, no llores, mi amor“. Pesaba muchísimo y era enorme: 4.700 gramos y 55 cm de altura.
12:00- Con toda la operación terminada, me colocaron al bebé a mi lado (sobre el pecho me asfixiaba, por lo que pesaba) y fuimos a la habitación, allí hicimos piel con piel y tomó teta por primera vez, sin problemas se enganchó desde el primer minuto y nunca hubo ningún problema con la lactancia.
La ginecóloga vino a decirnos que el bebé era muy grande y por eso había acabado en cesárea, que no tenía nada que ver con la epidural y que si teníamos otro bebé y pesaba 100 gramos menos, seguro que lo podía parir pero que este superaba todos los récords. Esta ginecóloga está especializada en parto natural y nos dio confianza, por esto sabemos que fue una cesárea justificada y la ejecución de la misma fue impecable y me sentí acompañada en todo momento.
Nos quedamos con la sensación de haber vivido una experiencia inolvidable, que, aunque acabó en cesárea ésta fue respetada y así iniciamos nuestro camino como padres.
Bienvenido al mundo, Nicolás.